Borràs, indultadita, la nena

Laura Borràs

Pedazo de nena, como ya saben. Y con un rostro de cemento armado. Crecida (bastante) en una cultura, la catalana, donde respetar las leyes era sólo para los españolistas -aquello de «y a partir de ahora, de Ética ya hablaremos nosotros» el Rey Jordi I de los Pujol-, su actitud no ha sido una sorpresa. Estaba acostumbrada a que España no debía meterse en los asuntos de los catalanes (léase nacionalistas) y que en los tribunales catalanes siempre se encontraba a un compañero de logia que hacía la vista gorda. Y ya no te digo si hubiera llegado la Republiqueta: sus nuevas leyes ya contemplaban una Justicia nombrada por el Ejecutivo.

Pues eso, que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) consideró probado que Laura Borràs repartió cucamente las cantidades de varios contratos para que no tuvieran que pasar por el escrutinio del supervisor. Fue en los tiempos en que dirigía la Institució de les Lletres Catalanes (ILC) y al parecer por quedar bien con un tal Isaías Herrero, informático, con quien se llevaba estupendamente. Y le han caído 4 años y medio de cárcel, 13 de inhabilitación y una multa de 36.000 euros por «falsedad en documento oficial y prevaricación administrativa».

Y aquí viene lo del cemento armado y la excepcionalidad nacionalista ante las leyes que deberían ser de todos. A pesar de que incluso muchos de los suyos se lo aconsejan, no piensa renunciar a la presidencia del Parlament, ni siquiera si la Junta Electoral le comunica que ha perdido el escaño. La sacarán a rastras, verán. Lo ha dicho en todas parte. Y, si bien no podrá salirse con la suya, es más que probable que, porque es una golpista de lazo amarillo y ella lo vale, volvamos a ver esa excepcionalidad nacionalista ante las leyes de todos en marcha. La Sala Civil y Penal del TSJC ha solicitado que el Gobierno le conceda un indulto parcial en la parte de la pena de prisión «que exceda de los dos años». O sea, que se pueda decretar la suspensión de la ejecución de la pena y que no tenga que ingresar de verdad en la cárcel.

Y es que los mismos magistrados que la condenan consideran que la suma de penas puede resultar en una duración de cárcel excesiva. Y que ni Borrás ni los otros dos condenados actuaron para «la obtención de un beneficio personal». ¡Otra vez el «beneficio personal»! ¡Debe de ser la doctrina Chávez y Griñan! Aunque, según se desprende de las declaraciones del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el Ejecutivo no está muy por la labor de indultar a la presidenta del Parlament. El código ético del PSOE impide «apoyar el indulto de cargos condenados por corrupción», y el artículo 8.1 del reglamento dicta: «No proponer ni apoyar el indulto de cargos públicos condenados por delitos ligados a corrupción». Pero, por si acaso, no olvidemos las grandes dotes de Sánchez de estirar el chicle de la Justicia cuando a él le conviene. Y que Laura Borràs es un cargo muy importante en la jerarquía política de una Cataluña dominada por el independentismo que él no quiere molestar.

¡Y que pudo ser presidenta! Si no llegó a serlo fue porque el PDECAT obtuvo 77.000 sufragios pese a que no entró. Se quedó lejos del 3%. Nadie debía de saber entonces de sus habilidades troceando contratos. Ahora se estaría juzgando a una presidenta de la Generalitat.

Pero, qué más daría, la verdad. La clase política catalana ya está en nivel subsuelo. Otro tema es que aún tuviéramos un poco de fe en la Justicia. Pero que los mismos jueces que han considerado que delinquió soliciten su indulto nos da pocas esperanzas de que la podredumbre no se haya comido ya las raíces.

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